La aplicación de las matemáticas como herramienta para tomar decisiones de inversión amenaza con arrinconar los modelos basados en la teoría económica. O dicho de otra forma, los autómatas ganan terreno a las personas a la hora de invertir nuestros ahorros.
El auge de ordenadores que compran y venden activos basándose exclusivamente en algoritmos y series estadísticas despierta recelos y adhesiones a partes iguales. Los partidarios del software argumentan que éste está a salvo de debilidades humanas como las emociones, los estados de ánimo o el cansancio. También destacan su velocidad de reacción. Los detractores, en cambio, alegan que la proliferación de los fondos cuantitativos (como se les conoce) distorsiona el comportamiento del mercado y está detrás del fuerte repunte de la volatilidad. Además, ironizan sobre su rentabilidad. Y es que la crisis crediticia ha puesto en evidencia que la inteligencia artificial tampoco está a salvo de los números rojos.
Artículo completo publicado en El País.
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